Caminando voy por las calles, aldeas y campos
Busco a quien decirle que en mí hay esperanza
Caminando encuentro aquel joven en la acera tirado,
sin esperanza y con su rostro apagado,
sus brazos mutilados,
y su mirada confundida ya caída
Hijo, hay esperanza; no todo está perdido.
yo puedo sacarte del abismo en el que te has metido.
Si tu en mí crees,
yo a ti te levantaré.
Caminando veo a un anciano triste,
solo en una casa humilde.
Su familia de él se ha olvidado;
lágrimas corren por su rostro ya arrugado
de tantos años que sólo ha pasado.
Hijo, hay esperanza; si en mí tú confías,
yo sere tu compañía,
y nunca más,
te sentirás solo en tu vida.
Caminando me encuentro en un pasillo,
donde en un cuarto frío de un hospital,
estaba aquella pobre anciana,
acostada en una cama,
con una enfermedad que todo su cuerpo arropaba.
Hija, hay esperanza; si en mí tu crees,
puedes levantarte de esa cama y ser sana.
Caminando encuentro al muchacho que se encuentra en la cárcel,
pagando una condena por errores pasado,
tras barrotes se encuentra encerrado,
deseando nunca haber entrado.
Hijo, hay esperanza;
yo puedo hacer que seas libre,
pero primeramente del alma,
para que puedas escapar de esas cadenas que te atan.
Sigo caminando y a una madre desesperada encuentro,
llorando por su hijo enfermo sin consuelo;
por su enfermedad agonizando este se encontraba,
el cual la vida el médico ya no le aseguraba.
Hija, no llores, hay esperanza;
si en mí tu tienes fe,
un milagro en él puede suceder.
Sólo en mí tienes que creer;
y yo le sanaré.
Seguiré caminando y no me cansaré.
Seguiré tocando puertas,
hasta que se me sean abiertas.
Porque yo Cristo, he venido,
a traerles palabras de esperanza,
para que sepan que éste que camina,
sólo quiere traerles la salvación de su alma;
ya que yo dí mi vida,
para que pudieran alcanzarla.
Autora: Carmen E. Vega
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